King Tiger WSS

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domingo, 28 de agosto de 2011

Los testamentos de Hitler


EL TESTAMENTO PRIVADO Y POLITICO DE HITLER
29 de abril de 1945

[De los Estados Unidos, Oficina del Jefe de Asesoría para el Fiscal en el asunto del Enjuiciamiento de la Criminalidad del Eje Nazi, Conspiración y Agresión, 8 vols. y 2 vols. supl. (Oficina de Impresiones del Gobierno, Washington, 1946-1948), VI, 259-263, Doc. No. 3569-PS.]

Mi Voluntad y Testamento Privado

Como no consideré que podía tomar la responsabilidad, durante los años de lucha, que implica la celebración del matrimonio, he decidido ahora, antes del cierre de mi carrera terrenal, tomar como mi esposa a esa chica que, tras muchos años de fiel amistad, entró, por su propia y libre voluntad, la prácticamente sitiada ciudad con el fin de compartir su destino conmigo. Es su propio deseo enfrentar como mi esposa la muerte. Será una consolación para nosotros ante lo que hemos perdido a través de mi trabajo en el servicio de mi pueblo.

Lo que poseo pertenece - en la medida en que tiene algún valor - al Partido. Si éste ya no existe, al Estado; si el Estado también ha sido destruido, no es necesaria ninguna decisión de mi parte.

Mis pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años, nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, pero sólo para la extensión de una galería en mi ciudad natal de Linz ad Donau.

Es mi más sincero deseo de que este legado sea debidamente ejecutado.

Yo nombro como albacea a mi compañero de Partido más fiel,  Martin Bormann.

El ha de recibir autoridad legal plena para tomar todas las decisiones. A él se le ha de permitir disponer de todo lo que tiene  valor sentimental o todo lo que es necesario para el mantenimiento de una vida sencilla y modesta, para mis hermanos y hermanas, y sobre todo, para la madre de mi fiel esposa y mis compañeros de trabajo que son bien conocidos por él, principalmente mis secretarias Frau Winter, etc. que durante muchos años me ayudaron con su trabajo.

Yo y mi esposa – con el propósito de escapar de la deshonra de la deposición o capitulación - elegimos la muerte. Es nuestro deseo ser quemados inmediatamente en el lugar donde he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario en el transcurso de doce años de servicio a mi pueblo.

Dado en Berlín, 29 de abril de 1945, 04:00 h
(Firmado) A. HITLER

Mi Testamento Político

Más de treinta años han pasado desde que hice mi modesta contribución en 1914 como voluntario en la Primera Guerra Mundial que fue forzada al Reich.

En estas tres décadas he actuado por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones más difíciles que ha enfrentado mortal alguno. He gastado mi tiempo, mi fuerza y mi salud durante estas tres décadas.

No es cierto que yo o cualquier otro en Alemania quería la guerra en 1939. Fue deseada y fomentada exclusivamente por aquellos hombres de estado internacionales que, o bien eran de ascendencia judía o trabajaban para los intereses judíos. He hecho demasiadas ofertas para el control y limitación de armamentos, las cuales la posteridad no podrá, por todos los tiempos, ser capaz de ignorar y adjudicarme a mí la responsabilidad por el estallido de esta guerra. Nunca desee que después de la fatal primera guerra mundial una segunda contra Inglaterra, o incluso contra Estados Unidos, se iniciara. Siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos el odio crecerá contra los responsables, a quienes tenemos que dar las gracias por todo, el judaísmo internacional y sus aliados.

Tan sólo tres días antes del estallido de la guerra germano-polaca, le sugerí el embajador británico en Berlín una solución para el problema alemán similar a la adoptada para el distrito de Saar, bajo control internacional. Tampoco esa oferta se puede negar. Su rechazo se debió únicamente a que las personas que tienen una influencia decisiva en la política británica deseaban la guerra, en parte porque esperaban ventajas comerciales, en parte por la influencia de la propaganda organizada por los judíos internacionales. También dejé claro que si, volvía a contemplarse nuevamente a los pueblos de Europa como meras acciones para ser compradas y vendidas por los conspiradores internacionales del dinero y las finanzas, entonces las personas verdaderamente culpables de esta guerra asesina tendrían que responder por ello: los judíos. Tampoco dejé ninguna duda de que esta vez no debía suceder que millones de hijos de las naciones europeas y arias murieran de hambre, que millones de hombres adultos fallecieran y cientos de miles de mujeres y niños fueran abrasados y bombardeados hasta la muerte en las ciudades, sin que los verdaderos responsables pagaran por su culpa, aunque fuera de una forma más humana.

Después de seis años de guerra que, a pesar de todos los reveses, pasarán a la historia como una de las manifestaciones más gloriosas y valientes del deseo de supervivencia de una nación, no puedo abandonar la ciudad que es la capital de mi país. Dado que nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para seguir oponiéndose al ataque enemigo en este lugar y dado que el valor de la resistencia personal está viéndose reducido y tergiversado por la actuación de personas sin principios, deseo que, al permanecer en esta ciudad, mi destino se sume al de millones de otras personas que han asumido también el suyo.

Además, no quiero caer en manos de unos enemigos que, para entretenimiento de las masas alimentadas por la propaganda del odio, esperan un nuevo espectáculo organizado por los judíos. Por lo tanto, he decidido permanecer en Berlín, y en este lugar, escoger la muerte voluntaria en el momento en que crea que la sede de la oficina del Führer y Canciller no pueda seguir siendo defendida. Muero con el corazón lleno de alegría consciente de las inconmensurables acciones y gestas de nuestros soldados en el frente, de nuestras mujeres en casa, de los logros de nuestros campesinos y obreros y de la contribución, única en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.

No hace falta decir el agradecimiento que, en el fondo de mi corazón, siento hacia todos ellos, y que es mi deseo que, a pesar de todo, no abandonen la lucha bajo ninguna circunstancia, sino que sigan batallando contra los enemigos de la Patria allí donde estén, fieles a los principios del gran Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y de mi propia camaradería con ellos hasta la muerte, de una u otra forma, un día crecerán en la historia de Alemania las semillas de un glorioso renacimiento del movimiento nacionalsocialista y, por lo tanto, de la realización de una verdadera comunidad nacional.

Muchos hombres y mujeres de gran valor han decidido que su vida dependa de la mía hasta el final. Les he pedido y, finalmente, ordenado que no lo hagan, y que sigan adelante con la lucha de la nación. Pido a los comandantes de los ejércitos, de la armada y de las fuerzas aéreas que refuercen de todas las formas posibles el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el espíritu del nacionalsocialismo, poniendo especial énfasis en el hecho de que yo mismo, como fundador del movimiento, también he preferido la muerte a una cobarde huída o, peor aún, una capitulación.

Que un día pase formar parte del código de honor del oficial alemán, como ya lo forma del de nuestra armada, el principio por el cual la rendición de un distrito o una población resulte impensable y por el que, por encima de todas las cosas, los líderes deban dar brillante ejemplo de devoción a su tarea hasta la muerte.

Antes de morir, expulso al antiguo mariscal del Reich Hermann Goering del partido y lo privo de todos los derechos de que pueda gozar en virtud del decreto de 29 de junio de 1941, y también en virtud de mi proclama en el Reichstag el 1 de septiembre de 1939. Nombro en su lugar al gran almirante Doenitz presidente del Reich y comandante supremo de las fuerzas armadas.

Antes de morir, expulso al anterior jefe de las SS del Reich y ministro del Interior, Heinrich Himmler, del partido y de todos su cargos estatales. En su lugar nombro al Gauleiter Karl Hanke como jefe de las SS y de la Policía alemana, y al Gauleiter Paul Giesler ministro del Interior del Reich.

Goering y Himmler han causado un daño inconmensurable al país y a toda la nación, al negociar en secreto con el enemigo sin mi conocimiento y contra mi voluntad, y al intentar hacerse ilegalmente con el poder del Estado, por no hablar del acto de deslealtad hacia mi persona. Para dar al pueblo alemán un gobierno compuesto de hombres honorables, un gobierno que cumpla su cometido de continuar la guerra con todos los medios disponibles, nombro como líderes de la nación a los siguientes miembros del nuevo gabinete:

Presidente del Reich: Doenitz
Canciller del Reich: Doctor Goebbels
Ministro del Partido: Bormann
Ministro de Asuntos Exteriores: Seyss-Inquart
Ministro del Interior: Gauleiter Giesler
Ministro de la Guerra: Doenitz
Comandante en jefe del Ejército: Schoerner
Comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas: Greim
Jefe de las SS y de la Policía Alemana: Gauleiter Hanke
Economía: Funk
Agricultura: Backe
Justicia: Thierack
Educación y Culto Público: Doctor Scheel
Propaganda: Doctor Naumann
Finanzas: Scwerin-Crossigk
Trabajo: Doctor Hupfauer
Municiones: Saur
Líder del Frente de los Trabajadores Alemanes y miembro de Gabinete del Reich: ministro del Reich Doctor Ley.

Aunque alguno de estos hombres, como Martin Bormann o el Doctor Goebbels, etc., junto con sus esposas, se han sumado a mi iniciativa por voluntad propia y no quieren abandonar la capital del Reich bajo ningún concepto, sino que están dispuestos a perecer aquí conmigo, debo pedirles, sin embargo, que obedezcan mis exigencias y que, en el caso presente, antepongan los intereses de la nación a sus propios sentimientos. Con sus obras y su lealtad seguirán estando cerca de mí después de mi muerte como camaradas, igual que espero que mi espíritu siga entre ellos y siempre los acompañaré. Que sean duros, pero no injustos; sobre todo, que no permitan nunca que el miedo se convierta en consejero de sus actos y que estimen el honor de la nación por encima de todo lo demás en el mundo. Por último, que sean conscientes del hecho de que nuestra tarea de edificación de un estado nacionalsocialista es obra de los siglos venideros y que ello impone a todas las personas la obligación de servir siempre al interés común y subordinar a él su propia ventaja. A todos los alemanes, todos los nacionalsocialistas, hombres, mujeres, a todos los soldados de las fuerzas armadas, les pido que sean fieles y obedientes hasta la muerte al nuevo gobierno y a su presidente.

Sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a las personas a su mando que observen escrupulosamente las leyes raciales y que se opongan sin piedad al envenenador universal de todos los pueblos: los judíos internacionales.

Berlín, 29 de abril de 1945 4 h 00 minutos Adolf Hitler

Para conocer más/Fuentes:

http://www.ibiblio.org/pha/policy/1945/450429a.html

http://estudiodehitler.blogspot.com/







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